domingo, 17 de julio de 2016

REFLEXIÓN: La Boleta de calificaciones








Era miércoles, 8:00 a. m. Llegué puntual a la escuela de mi
hijo.

- No olviden venir a la reunión; es obligatoria - fue lo que la
maestra había dicho un día antes.

- ¡Pues qué cree la maestra! ¿Qué cree que podemos
disponer del tiempo a la hora que ella diga?. Si supiera qué
importante era la reunión que tenía a las 8:30 A.M . De ella
dependía un buen negocio y... ¡tuve que cancelarla!

Ahí estábamos todos, papás y mamás, la maestra empezó
puntual, agradeció nuestra presencia y empezó a hablar. No
recuerdo qué dijo, mi mente estaba pensando cómo
resolver lo de ese negocio, probablemente podríamos
comprar esa nueva televisión con el dinero que recibiría.

- ¡Juan Rodríguez!... escuché a lo lejos.   ¿No está el papá
de Juan Rodríguez? dijo la maestra.

- Sí aquí estoy - contesté pasando a recibir la boleta de mi
hijo.

Regresé a mi silla y me dispuse a verla.

- ¿Para esto vine? ¿Qué es esto?

La boleta estaba llena de seises y sietes. Guardé las
calificaciones inmediatamente, escondiéndola para que
ninguna persona viera las porquerías de calificaciones de
mi hijo.

De regreso a casa aumentó más mi coraje a la vez que
pensaba.... ¡si le doy todo! ¡Nada le falta ¡Ahora sí le va a ir
muy mal!...

Me estacioné y salí del carro. Entré a la casa, azoté la
puerta y grité ...  ¡Ven acá Juan!

Juan estaba en su recámara y corrió a abrazarme. - ¡Papá!...

- ¡Qué papá ni que nada!- Lo retiré de mí, me quité el cincho
y no sé cuantos golpes le di, al mismo tiempo que decía lo
que pensaba de él.

¡¡¡¡ Y te me vas a tu cuarto!!! - terminé.

Juan se fue llorando, su cara estaba roja y su boca
temblaba.

Mi esposa no dijo nada, sólo movió la cabeza
negativamente y se fue a la mesa a escribir.

Cuando me fui a acostar, ya más tranquilo, mi esposa me
entregó la boleta de calificaciones de Juan, que estaba
dentro de mi saco y me dijo - Léele despacio y después
toma tu decisión-.

Era miércoles, 8:00 a. m. Llegué puntual a la escuela de mi
hijo.

- No olviden venir a la reunión; es obligatoria - fue lo que la
maestra había dicho un día antes.

- ¡Pues qué cree la maestra! ¿Qué cree que podemos
disponer del tiempo a la hora que ella diga?. Si supiera qué
importante era la reunión que tenía a las 8:30 A.M . De ella
dependía un buen negocio y... ¡tuve que cancelarla!

Ahí estábamos todos, papás y mamás, la maestra empezó
puntual, agradeció nuestra presencia y empezó a hablar. No
recuerdo qué dijo, mi mente estaba pensando cómo
resolver lo de ese negocio, probablemente podríamos
comprar esa nueva televisión con el dinero que recibiría.

- ¡Juan Rodríguez!... escuché a lo lejos.   ¿No está el papá
de Juan Rodríguez? dijo la maestra.

- Sí aquí estoy - contesté pasando a recibir la boleta de mi
hijo.

Regresé a mi silla y me dispuse a verla.

- ¿Para esto vine? ¿Qué es esto?

La boleta estaba llena de seises y sietes. Guardé las
calificaciones inmediatamente, escondiéndola para que
ninguna persona viera las porquerías de calificaciones de
mi hijo.

De regreso a casa aumentó más mi coraje a la vez que
pensaba.... ¡si le doy todo! ¡Nada le falta ¡Ahora sí le va a ir
muy mal!...

Me estacioné y salí del carro. Entré a la casa, azoté la
puerta y grité ...  ¡Ven acá Juan!

Juan estaba en su recámara y corrió a abrazarme. - ¡Papá!...

- ¡Qué papá ni que nada!- Lo retiré de mí, me quité el cincho
y no sé cuantos golpes le di, al mismo tiempo que decía lo
que pensaba de él.

¡¡¡¡ Y te me vas a tu cuarto!!! - terminé.

Juan se fue llorando, su cara estaba roja y su boca
temblaba.

Mi esposa no dijo nada, sólo movió la cabeza
negativamente y se fue a la mesa a escribir.

Cuando me fui a acostar, ya más tranquilo, mi esposa me
entregó la boleta de calificaciones de Juan, que estaba
dentro de mi saco y me dijo - Léele despacio y después
toma tu decisión-.

El me había puesto seises y sietes, yo me hubiera calificado
con menos de cincos.

Me levanté y corrí a la recámara de mi hijo, lo abracé y
lloré..., Quería regresar el tiempo, pero era imposible.

Juanito abrió sus ojos, aún estaban hinchados por sus
lágrimas, me sonrió, me abrazó y me dijo:

- ¡Te quiero papá!